Después de investigar el tema de la desaparición en México por más de seis años, el Mtro. Héctor Conde, Responsable del Área de Reflexión Universitaria y de la Cátedra de Análisis de la Realidad Ignacio Ellacuría, S. J. del Tecnológico Universitario del Valle de Chalco (TUVCH), presenta su ponencia “Esbozo para una epistemología de las víctimas de la violencia: estudio de caso sobre los familiares de personas desaparecidas en México (2006-2022)” durante el Segundo Encuentro Interuniversitario de Filosofía de la Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (AUSJAL).
Durante su participación, el Mtro. Conde menciona que la desaparición es un delito extremadamente cruel pues, por un lado, hace añicos el proyecto de vida del desaparecido (como víctima directa), pero también trunca el proyecto de vida de los familiares y amigos alrededor del desaparecido (las denominadas “víctimas indirectas”). La desaparición es un crimen atroz, una tecnología de muerte, una experiencia que “carece de nombre” como solía decir Javier Sicilia1. Y es que una de las cosas más impactantes de la desaparición es que los captores pueden borrar los rastros biofísicos del desaparecido. Esta tecnología necropolítica tiene efectos psicológicos y sociales de largo alcance pues en la mayoría de los casos no se sabe y posiblemente nunca se sabrá qué pasó con la víctima. En ese sentido, ninguna familia está preparada para atravesar algo así.
Lo más desconcertante de todo esto es que la desaparición no sucede por razones de guerra, odio étnico, o algo así, sino que simplemente acontece porque hay una estructura criminal y una pésima estructura judicial que hacen que esto ocurra una y otra vez, y sin ningún castigo.
Sin embargo, con el paso del tiempo, muchos de los familiares de personas desaparecidas van adquiriendo una serie de conocimientos técnicos, científicos, jurídicos, políticos y sociales cruciales para la búsqueda de sus seres queridos.
Así pues, en su ponencia plantea que dichos conocimientos constituyen una epistemología de las víctimas, pues no sólo son datos y habilidades adquiridas sin más, sino que se trata de una forma de ver el mundo e incidir en él.
Señala que en la literatura filosófica actual no hay una epistemología de las víctimas como tal, por lo que actualmente en su tesis de doctorado se encuentra trabajando en dicho planteamiento, sin embargo, considera que el enfoque psicosocial, la ontología práctica de la escucha de Margarita Cepeda Diezgranados y la ética ante las víctimas de Manuel Reyes Mate pueden ayudar a pensar en una epistemología de las víctimas.
Concluye señalando que esta epistemología se preguntaría por las posibilidades del conocimiento desde la experiencia del sufrimiento. En ese sentido, no es un conocimiento como otros conocimientos a los que estamos familiarizados, por ejemplo, no le interesa ser un conocimiento objetivo, universal o a priori; más bien es un conocimiento empírico y muy humano desarrollado a partir años de espera, años de desilusión de las instituciones, años de perseverancia, desesperación y búsqueda.
De tal modo, y terminando con un par de preguntas del público presente en la ponencia híbrida, nuestro académico concluye su participación, invitando a las y los asistentes a continuar ahondando en el tema y escuchando el resto de las participaciones de la Jornada que finaliza el día de hoy, 22 de noviembre.