Héctor Conde Rubio
Hay muchos temas interesantes en la obra de Ignacio Ellacuría SJ; por ejemplo, se puede hablar sobre su trabajo filosófico, su trabajo por la paz en El Salvador, su crítica a Estados Unidos, su contribución a la Teología de la Liberación, etc. Pero lo que queremos profundizar en este artículo es la visión de universidad que tenía como sacerdote jesuita y rector de la Universidad Centroamericana Simeón Cañas, mejor conocida como la UCA.
¿Cuál es la función de la universidad? ¿Qué implica que una universidad sea de inspiración cristiana? ¿Qué diría Ignacio Ellacuría sobre las universidades que hoy conforman el Sistema Universitario Jesuita en México? Son algunas de las preguntas que trataremos abordar en este artículo.
Nuestro filósofo, que además tenía el gran hábito de la escritura, explica que las universidades son instituciones que producen profesionistas, por lo que con el tiempo se vuelven “factores importantes de la estructura social” (Ellacuría, 1975, p. 61); de hecho, algunas llegar a ser “fuerzas sociales de primer orden”, otras llegan a “representar el máximo poder ideológico de la nación” (Ellacuría, 1975, p. 61).
Misión de la universidad de inspiración cristiana
Para el filósofo y teólogo vasco, la universidad de inspiración cristiana tiene una misión histórica, política y social muy clara: la “transformación estructural de la sociedad” (Ellacuría, 1975, p. 72). Esta transformación no se reduce a una sola transformación de la conciencia, sino que implica la “transformación de las estructuras socio-económicas y políticas” del país (Ellacuría, 1975, p. 74).
Hoy día esto suena bastante utópico, pero quienes conocen la historia de los jesuitas de esa época saben que ellos estaban muy comprometidos con este horizonte ético-político (no por nada seis sacerdotes jesuitas, incluyendo a Ellacuría, fueron asesinados el 16 de noviembre de 1989).
Para el filósofo español, la universidad estaba “condicionada por la estructura [social] de la realidad” (Ellacuría, 1975, p. 76). Si tomamos en cuenta que el filósofo estaba pensando desde El Salvador, es decir, desde un país del “tercer mundo”, donde abundaban los pobres, y cuya economía y política estaba caracterizada por una tremenda dependencia internacional, así como de una violencia sistemática de varias décadas, la universidad de inspiración cristiana “no puede tener duda sobre el partido que ha de tomar… tiene que ponerse de parte de… la mayoría injustamente deshumanizada” (Ellacuría, 1975, p. 64). Pero ¿qué quiere decir eso?
El tomar partido puede traducirse como un posicionarse política e históricamente. Ciertamente hoy la categoría “tercer mundo” está en desuso, pero en la década de 1960 llegó a tener un sentido político muy interesante, pues aludía a la liberación de América Latina. ¿Qué tipo de liberación? La liberación del orden socialmente injusto en el continente. Sobre ello vale la pena recordar el Manifiesto de Obispos del Tercer mundo, que sostenía, entre otras cosas: “Dios y la verdadera religión no tienen nada que ver con las diversas formas del dinero de maldad (mamona iniquitatis). Al contrario, Dios y la verdadera religión están siempre con los que
buscan promover una sociedad más equitativa y fraternal entre todos los hijos de Dios en la gran familia humana” (Manifiesto de Obispos del Tercer mundo, 1967, párrafo 14).
Ellacuría tenía muy claro que, al ser una universidad en los márgenes, la UCA debía estar atenta a las “presiones del sistema”, por lo que debía examinar constantemente “las presiones halagadoras o amenazantes que pudieran mellar el temple universitario” (Ellacuría, 1975, p. 88).
Pero tratemos de trasladar esto a las universidades de inspiración cristiana en México hoy. Es decir, ¿qué diría Ellacuría sobre las Universidades que conforman el Sistema Universitario Jesuita? Evidentemente es una pregunta imposible de responder pues nadie puede pensar por nadie más, y mucho menos si esa persona ya no está con nosotros. Pero lo que sí sabemos es que, para Ellacuría, la universidad de inspiración cristiana tiene una misión histórica y política que se aterriza en las siguientes características.
1) Generación de una cultura crítica y creadora
Se refiere a una cultura que está en constante análisis de la realidad. Permítanme citar un fragmento de un texto que escribió Ellacuría a propósito del décimo aniversario de la UCA:
Lo que debe buscar la cultura de la universidad es hacer de sus miembros cultivadores racionales de la realidad. La cultura tiene un esencial sentido práxico, por cuanto proviene de una necesidad de acción y debe llevar a una acción transformadora del propio sujeto y de su contorno natural e histórico… La cultura exige un análisis estricto de la realidad nacional en cada momento de su proceso… [Por ello] debe intentar dar resonancia al sentir profundo del pueblo, al sentir de sus necesidades, de sus intereses, de sus sentimientos, de sus apetencias, de sus valores… Para ello debe desenmascarar los presentes, en muchos de los cuales tal vez no sea difícil descubrir instrumentos de dominación (Ellacuría, 1975, p. 66-67).
Esta característica de la universidad es importante, ya que no se trata de reproducir acríticamente los contenidos de las culturas hegemónicas, sino que se trata de estar atentos a lo que se produce en el entorno y canalizar la creatividad para la transformación de la realidad. La pregunta aquí sería: ¿La cultura producida en las universidades del SUJ permiten darle voz a los sentires y sentimientos de la sociedad mexicana? ¿La cultura producida en las universidades del SUJ permite detectar los mecanismos de dominación del mundo contemporáneo?
Recordemos que, para nuestro pensador, la universidad debe convertirse en “conciencia crítica y creadora de la realidad nacional” (Ellacuría, 1975, p. 68). En ese sentido, es necesario que la universidad ayude a desarrollar el hábito y el gusto de estar informado y de tener un posicionamiento ético y político ante los acontecimientos del presente. Es decir, el universitario no puede ser un simple consumidor de productos del mercado.
2) Palabra eficaz
Como segunda característica de la universidad de inspiración cristiana tenemos la palabra eficaz o, diría yo, la palabra articulada. Por palabra se entiende “la comunicación recibida y comprendida de la cultura reelaborada en la universidad, tal como se describió en el apartado anterior… [Es decir] la cultura no puede quedarse dentro de ella, sino que es… principio de acción” (Ellacuría, 1975, p. 70). Dicho con otras palabras, el conocimiento —ya sea escrito, hablado o audiovisual— debe motivar a la acción y a la transformación de la sociedad (no a la reproducción de sus dinámicas opresoras). Aquí la pregunta que surge es: ¿El conocimiento producido en las universidades del SUJ alienta a la transformación del país o se queda solamente en sus aulas?
Por supuesto que esto implica un gran debate sobre los alcances de la educación misma, pero si tomamos en cuenta algunos de los trabajos realizados en las universidades del Sistema Universitario Jesuita, se puede ver que hay muchas obras y proyectos culturales que tienen un gran impacto social. Pensemos, por ejemplo, en las experiencias de servicio social, los voluntariados y las experiencias de inmersión que se hacen en ciertas comunidades. Sin duda, tales experiencias han contribuido a algún cambio social local y constituyen un gran acierto de las universidades jesuitas en nuestro país.
Pero ¿y qué pasa con las universidades pequeñas? ¿Acaso ellas también pueden generar su propia palabra eficaz?
Justamente Ellacuría ya había reflexionado sobre este punto: “Suele decirse que las universidades de pocos recursos no pueden dedicarse a la investigación, que a lo sumo están capacitadas para recoger los frutos de la investigación ajena y transmitirla a su propia clientela; pero uno se puede preguntar: ¿es que la realidad nacional no es objeto de estricto de investigación?” (Ellacuría, 1975, p. 89). Lo que quiere decir nuestro filósofo rector es que todas las universidades, aun las más pequeñas, pueden producir conocimiento ya que todas pueden estudiar la realidad (ver Ellacuría, 1975, p. 91). Ahora bien, el estudio de la realidad no se puede quedar solamente ahí, debe incidir en la realidad y debe traducirse en algún tipo de beneficio para las comunidades concretas.
3) Talante beligerante
La tercera característica de las universidades de inspiración cristiana es su talante beligerante, pero ¿a qué se refiere con ello, acaso las universidades no deben ser lugares de paz? Para Ellacuría la universidad no puede tener un talante de conformismo o de conciliación. Es decir, la universidad debe mostrarse beligerante “contra la injusticia reinante” pues está del lado de las mayorías oprimidas (Ellacuría, 1975, p. 72). Su beligerancia consiste en “denunciar la irracionalidad” de las estructuras dominantes (Ellacuría, 1975, p. 71). La protesta universitaria, en ese sentido, “no necesita de alaridos ni de acciones violentas… es activa y esperanzadora; quiere luchar por un mundo mejor y sabe de antemano que ese futuro no le será regalado” (Ellacuría, 1975, p. 72).
En este sentido, cabe señalar algunos trabajos a favor de la igualdad de género, la justicia social, el respeto a los derechos humanos, la ecología integral, el arte con contenido social, las campañas de inclusión, los proyectos para erradicar la violencia, entre otros muchos. Podemos decir que este tipo de proyectos, campañas y obras representan muy bien la convergencia entre cultura crítica, palabra eficaz y talente beligerante.
4) Generadora de conciencia colectiva
Por último, hay una cuarta característica de la universidad de inspiración cristiana, se trata de la conciencia colectiva, la cual busca “desenmascarar” la situación en la que vive la mayoría de la gente (Ellacuría, 1975, p. 92). En ese sentido vale la pena preguntarse: ¿El conocimiento producido en las universidades del SUJ ayudan a que la ciudadanía entienda cuáles son sus derechos y obligaciones? ¿Las investigaciones y proyectos que se realizan en el SUJ ayudan a que la gente reflexione cuáles podrían ser los caminos para salir de la violencia, la discriminación, la desigualdad y la corrupción, que son algunos de los males que más nos apremian?
Me parece que en este punto nuevamente las universidades que conforman el Sistema Universitario Jesuita salen bastante bien libradas, pues hay infinidad de publicaciones que tratan de dar pistas sobre los grandes temas del país. No por nada hace poco se dialogó con las y los candidatos a la presidencia 2024-2030, y no por nada tiene sus diferentes institutos o departamentos de investigación sobre democracia, derechos humanos, seguridad ciudadana, educación, pueblos indígenas, sin mencionar los muchos programas de incidencia y espiritualidad que llevan las Direcciones del Medio Universitario (o cual sea el nombre tienen en cada universidad).
Así que, retomando la pregunta sobre qué diría Ellacuría sobre las universidades confiadas a la Compañía de Jesús en México, yo creo estaría bastante entusiasmado de que ver que hay tantos departamentos, institutos y áreas que no sólo estudian la realidad nacional, sino que también tratan de influir en la vida política y social de nuestro país. Me parece que en todas las universidades del SUJ está presente el talante crítico del que tanto hablaba Ellacuría.
La universidad de frontera
Pero hay un punto más. Aunque vemos que en todas las universidades del SUJ se trata de encarnar este tipo de universidad, me parece que las universidades más pequeñas son las que pueden hacerlo de una manera aun más fructífera. Para argumentar esto me gustaría recurrir a la idea del “tercer mundo” que mencionamos al principio y ligarlo con la idea del cristianismo según Ignacio Ellacuría.
Solamente digamos una cosa más sobre el denominado “tercer mundo”. Para Ellacuría el tercer mundo “ofrece las condiciones mejores para encarnar la experiencia de los Ejercicios Espirituales” (Ellacuría, 1969, p. 222). Esto lo dice porque la periferia se vuelve el centro del mensaje de liberación. En ese sentido, el tercer mundo “es el gran profeta que tiene la humanidad” (Ellacuría, 1969, p. 221). Para explicar esto tendríamos que recurrir a la teología, cosa que no podemos hacer por cuestiones de tiempo, pero solamente para dar una idea, recordemos que, desde el punto de vista cristiano, la salvación provino de un pequeño lugar llamado Belén, no vino de Roma, no vino de Grecia, ni siquiera vino de Jerusalén; vino de un pequeño pueblo que por poco no aparece en los libros de historia. Posteriormente tengamos en cuenta que, según el filósofo español, el cristianismo busca “la salvación de todos, la liberación de todos, pero la busca primordialmente desde la liberación de los oprimidos” (Ellacuría, 1975, p. 96).
En el caso del Sistema Universitario Jesuita, me parece que las universidades más pequeñas son las que están en mayor contacto con los grupos más vulnerables de nuestra sociedad, pensemos en el Instituto Superior Intercultural Ayuuk, situado en Oaxaca, y el Tecnológico Universitario del Valle de Chalco, situado en la zona oriente del Estado de México. El primero atiende fundamentalmente a estudiantes de origen indígena, y el segundo atiende a estudiantes de escasos recursos del Valle de Chalco, Chalco e Ixtapaluca.
Mi argumento es que lejos de ser lugares “poco prometedores”, estas dos instituciones son lugares donde se puede vivir más plenamente la misión de la universidad de inspiración cristiana, ya que ahí se puede transformar más directamente las estructuras de la sociedad. Considero que la docencia, la producción cultural y la investigación bajo este horizonte ético-político pueden tener un mejor impacto. ¿Por qué? Porque están en contacto inmediato con los más vulnerables de nuestra sociedad.
Conclusión
Para concluir y con todo el riesgo de equivocarme, diría que Valle de Chalco y Oaxaca pueden ser lugares idóneos para la liberación mediante la educación, pues sus estudiantes, a diferencia de los estudiantes de otras grandes universidades, no cuentan con los mismos recursos económicos y culturales, por lo que podrían beneficiarse más francamente de estos proyectos educativos.
Finalmente, como dice Ignacio Ellacuría, la Compañía de Jesús, “debe estar en la avanzada que, en el mundo actual, significa estar en el más abajo de la historia junto con los crucificados… debe ser la caballería ligera que recorre todo el mundo, pero pone su tienda entre [los más necesitados]” (Ellacuría, 1969, p. 245). A estos sacerdotes de frontera se suman cientos de laicos –creyentes y no- que se suman a esta misión histórica en nuestro país.
Referencias
Ellacuría, Ignacio. (1969). “El tercer mundo como lugar óptimo de la vivencia cristiana de los Ejercicios” en Ignacio Ellacuría. Escritos teológicos, tomo IV. San Salvador, Universidad Centroamericana Simeón Cañas, 2002. [El número de página corresponde a esta edición].
Ellacuría, Ignacio. (1975). “Diez años después ¿imposible una universidad distinta?” en Noviembre de 1989: El asesinato de los jesuitas en el Salvador: testimonio y reflexiones. México: Universidad Iberoamericana, 1990. [El número de página corresponde a esta edición].
Fernández, David. (2006). Ignacio Ellacuría: vida, pensamiento e impacto en la universidad jesuita de hoy. México: Universidad Iberoamericana.
“Manifiesto de Obispos del Tercer mundo”. (1967) en Revista Tiempo latinoamericano, no. 97, Año 32, mayo de 2014. Córdoba, Argentina, p. 64-71.